martes, 26 de julio de 2011



Pasado un tiempo, comento como aparentemente terminó la relación con el Potro. Un sábado, y luego de consultarle a todos los habidos y por haber qué hacía, me resolví frente a una respuesta positiva enviarle un mensaje al susodicho. El mensaje, simplemente decía, HOY QUIERO VERTE. A lo que el señor respondió que estaba en su casa por dormirse, y que me mandaba un beso en la piel. Muy enojada, resolví no mandarle nada hasta el día martes, cuando, dormida aún, escribí el determinante mensaje: "Lamento tu silencio. Nos encontraremos en otra oportunidad. Éxitos y saludos". Breves horas luego, el señor decide aparecer, justificándose con falta de crédito y la muerte de su gata. Pregúntole, entonces, si quería que fuese a consolarlo, a lo que simplemente respondió "puede ser. Ayudaría si no te hubieses estado mensajeando con mi hermano. Beso".

FAAAAAA. BALDAZO! SIFONAZO! SOPAPO!

La cuestión del hermano fue muy sencilla. El señor Potro, agendado como J***** Apellido. El hermano, agendado como J*** Apellido, y mi error, al confundirlos en la agenda a la hora de mensajear. Intercambié, admito, algunos mensajes con su hermano, dado que tenía mensajes ilimitados y nada mejor que hacer. Mensajes que, aclaro, no tenían ningún contenido erótico, de levante, insinuante, ni lujurioso.

El fin de la historia con el potro finaliza el martes por la noche, luego de las doce, luego de algunos tequilas, y en festejo del día del amigo, cuando inicio una interesante bardeada por Twitter, seguida por un llamado de diez minutos en el cual, completamente borracha, admitía cosas que ningún manual de mujer indica, llamado que fue filmado y debidamente subido en las correspondientes redes sociales.

Así di, entonces, finalizada la historia con el Potro. Aunque las historias, como bien sabemos, no terminan hasta que el Universo lo decide. Eso me indicó la noche porteña, el domingo pasado, en un episodio que contaré en la próxima oportunidad.-

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