viernes, 15 de julio de 2011



Aquí me encuentro nuevamente, después de meses, escribiendo para calmar mis ansias. El celular está abierto, con la luz prendida, a la espera de un mensaje calmador. El Facebook, también abierto, manteniendo información minuto a minuto con alguna amiga potra. El Twitter, ¡abierto! Sin motivo, la verdad que no me agrada sobremanera.

Quiero recordar quién soy. O al menos, quien creo ser. Mi nombre es Zahira. Tengo 23 años (y medio), y soy orgullosamente porteña. Me gano la vida trabajando en boliches y bares, por lo cual llevo una vida nocturna vívida, y una diurna casi nula. El universo me bendeció con mucha gente hermosa que me rodea, y me maldijo con una neurosis galopante que muchas veces me ha jugado en contra. Conocí algunos hombres, de pocos me enamoré, he roto algunos corazones, siendo el mío partido también. Y aquí estoy, nuevamente, soltera, en la búsqueda de ¿amor? ¿compañía? ¿respeto? ¿consuelo? Vaya uno a saber qué.

Recordaré brevemente que me lleva a estar aquí nuevamente. Hace algunos meses, el señor a quién habíamos llamado Auténtico, me dejó sin motivo aparente, justificándose con un simple "prefiero estar solo". Pasé algún tiempo triste, sin energía, algo obsesionada tal vez. Pero el tiempo, como siempre, cura. Y me abrió a amarme nuevamente y mirar a mi alrededor. Rededor que sorprende con muchas oportunidades. Ninguna atrayente, ninguna esperanzadora, ninguna que prometa. Hasta que, un día, cuando menos lo esperaba (como siempre), miré a un costado y ahí estaba: el Potro

A el Potro lo había visto una vez, hace muchísimo tiempo, dos años tal vez, en una reunión a la cual caímos con algunas amigas. Una reunión de gente desconocida que hablaba de cosas ajenas y aburridas. Una reunión de la cual huimos al poco tiempo de llegar, sintiéndonos descolocadas. Pero todas, absolutamente todas, lo vimos. Potro estaba sentado en el piso, con un sweater rallado azul y rojo, anteojos, y cara de despreocupado. No habló en toda la noche, con nosotras ni con nadie. Nos fuimos, sin haber intercambiado más que un "chau", hacia nuevos rumbos.

El tiempo pasó, y no quedó más que en un recuerdo de una noche cualquiera. Hasta hace exactamente ocho días. Noche de jueves libre para mi, en la cual acudimos a Makena con dos preciadas potras a ver una banda. Y ahí, sentadas en un sillón colorado, lo vi: el Potro estaba parado al lado mío. No pasó un segundo sin que le comentase a mi amiga Pegame su presencia. Y pasaron escasos minutos hasta que el señor me sacó a bailar. Quisiera aclarar, estimados lectores, que el señor bailaba COMO EL CULO. Pero, como siempre, reconozco la audacia de sacar a bailar a una chica pelicorti de vestido grasa, brillo en los ojos, y uñas verdes metalizadas.

Después del preciado evento, acudimos en taxi a un bar llamado Bretaña, donde se encontrarían los músicos, algunas otras personas, y, claramente, el Potro. Hasta que llegó el oportuno momento de quedarnos solos. Le di una pastilla y, respaldándome en la semana de la dulzura, reclamé mi beso. Chapamos, largamente, acaloradamente, apasionadamente, y demases mentes. Y fui, como esperaba, a su casa. Esa noche, me saqué por vez primera a Auténtico del cuerpo. Pasé una velada donde me sentí cómoda, familiar, conectada. Hasta que terminamos, y llegó ese momento donde toda mujer en casa ajena, se pregunta.. ¿qué hago? La respuesta llegó en manos del señor Potro, que fue al baño, se lavó los dientes, volvió, me tapó, y me abrazó en posición de sueño.

Dormí con él nuevamente el sábado siguiente, con excusa de su cumpleaños, y el miércoles siguiente, con excusa de festejar la victoria futbolera de Argentina vs. alguien que no recuerdo. Hoy es viernes. Ayer le mandé un mensaje que no fue respondido, y recientemente, hace exactos 29 minutos, otro, temiendo pecar de goma. El señor no responde, y a mí me agarra denuevo eso en el pecho. Eso que nos agarra a toda mujer cuando estamos expectantes y no recibimos respuesta.

Sabemos, claramente, lo difícil que es saber esperar.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario